Magos de Oriente


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Cada 6 de enero la leyenda de los Magos de Oriente inspira a gran parte del mundo occidental. En México los niños esperan con ilusión el cumplimiento de sus deseos con la llegada de estos tres seres espléndidos que, según cuenta la tradición, fueron a brindarle regalos al recién nacido Jesús de Nazaret.

Muchas veces las coincidencias nos llevan a contar historias que se asocian caprichosamente. Lo que les quiero relatar es que un Gaspar, un Melchor y un Baltazar le dieron grandes regalos al futbol mexicano en la tercera década del siglo XX. En similitud con la bella leyenda, los tres llegaron de oriente, la gran estrella luminosa los guió hasta estas tierras. Gaspar fue un mago en toda la extensión de la palabra. Melchor fue un gran sabio generoso y Baltazar un caballero honesto y bondadoso. Los tres llegaron por intuición y coincidieron en los escenarios consagrados al balompié. Desde luego que no estamos hablando de los Santos Reyes. Nuestros personajes, cuyos nombres evocan a aquellos, fueron de carne y hueso y sus historias nutren de héroes y gestas a nuestro olvidadizo futbol.

Gaspar Rubio arribó en barco y vestido de blanco, el blanco inmaculado del Real Madrid que visitaba México por primera vez en 1929. Le decían el Mago por su extraordinaria calidad en el manejo del balón y sus goles increíbles. Ese mismo año, él fue uno de los responsables de la primera derrota de una selección inglesa fuera de la isla, cuando España les venció cuatro a tres. Cuenta su propia leyenda que México lo encantó hasta el punto de escapársele al equipo merengue, con la firme intención de echar raíces en este lado del océano. Jugó con el Real Club España la temporada 1930-1931 y aunque volvió a España, en 1957 se estableció en nuestro país hasta el día de su muerte, el 3 de enero de 1983. Aquí fue entrenador del América, del Atlante y del Toluca. Su gran regalo fue ese inmenso amor que siempre derramó en tierras mexicanas y esa temporada donde impartió cátedra en el manejo de la pelota.

Melchor Alegría llegó con la selección vasca en 1937. Esos fenómenos del futbol que partieron de casa con el dolor de la guerra y que se abrieron camino desplegando un futbol excelso. En México jugaron una temporada de liga y son recordados como el Euskadi. Melchor era su delegado, una especie de padre sustituto de esos chamacos portentosos que se volvieron familia. Su gran regalo fue relatarle al mundo las andanzas de esta selección vasca que cambió el destino del futbol nacional. Murió tras una larga vida y todos sus descendientes son mexicanos. Uno de sus nietos, Alfredo, se hizo famoso en la década de los ochenta con un personaje llamado Lenguardo que formaba parte del programa de televisión Cachún Cachún Ra Ra.

Baltazar Junco llegó mucho antes. Prácticamente este empresario hispano les abrió las puertas a los otros dos. Si a México llegaron equipos extranjeros a jugar fue gracias a él. Si el nivel de juego alcanzó la línea del gran espectáculo fue gracias a él. Fue un hombre que arriesgó su fortuna personal por el bien del futbol y por el simple placer que a él le generaba cuando la pelota se convertía en el centro de su universo.

A los tres, aunque no fueron reyes, ni magos (a excepción de Gaspar Rubio), les dedicamos el recuerdo y un agradecimiento por semejantes regalos.

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