El futbol es un universo

Bob Marley murió el 11 de mayo de 1981 y diez días después fue sepultado con su guitarra Gibson Les Paul, un carrujo de marihuana, un anillo sagrado, el Kebra Nagast, que es la biblia del movimiento rasta, y un balón de futbol.  

Con la guitarra le cantó a un mundo imperfecto que toleró muchas veces fumando la hierba que lo relajaba. El anillo era una reliquia que lo ataba a sus creencias escritas en el libro de los rastas y el balón de futbol le otorgaba libertad.

“El fútbol es una habilidad en sí misma. Todo un mundo; un universo por sí solo. Yo lo amo, porque debes tener la suficiente destreza para jugarlo. ¡Libertad! ¡El fútbol es libertad!”, así lo dijo este hombre que hizo su música para luchar en contra de los sistemas que sólo enseñan a vivir y morir.

Marley tuvo todo el perfil de los futbolistas de barrio. Nació cubierto por la pobreza, los problemas y la marginación de una Jamaica que estaba a punto de ser independiente. Antes de la guitarra se topó con la pelota y dicen que en sus inicios parecía mejor futbolista que músico.

Pero la misión de Bob la marcaba un ritmo lento que envuelve la conciencia con desenfado y al que llaman reggae. Sus canciones son parábolas dirigidas a los marginados, daba mensajes de fe y revelación. Pero más allá de cantar alabanzas religiosas rastas, advertía a la gente de los males, las alegrías y los sueños de la humanidad. Comprendió el poder transformador de la música y se convirtió en un chamán mundial

Su piel color gamuza, sus labios delgados y su nariz puntiaguda eran el resultado de una mezcla de genes muy particular. Por parte del padre, un capitán de los marines reales del imperio británico, heredó una carga genética de una ancestral familia judía con orígenes en Siria y Egipto. De su madre recibió la conexión directa con África. Por supuesto que la relación entre sus padres acabó destruida por el racismo. Marley acabó siendo un mulato que encontró en su lírica la mejor forma de describir sus circunstancias. Sus canciones hablaban de religión, de política, de sexo-amor.  Y nunca compuso nada sobre el futbol. Ese era su universo personal.

El se convirtió en la primera súper estrella del tercer mundo sin dejar de ser fiel a sus más profundas creencias. Siempre se situó en un mundo imperfecto al que le cantaba sin reclamos. Por eso Andrés Calamaro dice que “la voz de Marley te toca, primero, por esa fatiguita que conmueve; luego te reconforta, ya que cuenta que en algún lugar del mundo está brillando el sol y la vida es simple”.

Y si el sol brilla y la vida es simple que mejor que darle al balón. Siempre se dio su tiempo para jugar. Le gustaba actuar en el medio campo y se cargaba hacia el lado izquierdo. Corría como un poseso. Siempre estuvo dispuesto para ver algún partido. Le tocó el reinado de Pelé y Osvaldo Ardiles le llamaba mucho la atención. Convivió con Paulo César en Río de Janeiro y su mejor amigo resultó ser Allan “Skill” Cole, uno de los futbolistas más populares de Jamaica, quien además resultaría una pieza clave en su credo y en la forma en como percibía la política de su isla.

En 1977, jugando al futbol, se lastimó el dedo gordo del pie derecho. Ahí le detectaron un severo problema que podría generarle cáncer.  La solución era amputar el dedo pero Bob se resistió. Los rastas no pueden someterse a una amputación. Le hicieron un injerto y le controlaron el dolor.

Durante tres años siguió cantando, bailando y jugando al futbol hasta que a punto de iniciar una gira millonaria en los Estados Unidos el cáncer le invadió el cerebro, los pulmones, el hígado y el estómago.

Murió a los 36 años y en su isla se celebró un sentidísimo funeral. Bob Marley es el máximo exponente de la cultura contemporánea de Jamaica, el más querido de los cantantes de reggae y uno de los más apasionados practicantes del futbol.


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