El grillo y los alacranes

El profe volvió a salir con línea de cuatro. Pero esta vez era “su” línea de cuatro. Sentó a los alacranes del grupo y puso a un grillo en la zaga que se guardaba una deuda personal en contra de los rivales. Un cronista amigo del hombre del banquillo dijo que eran patadas de ahogado en un equipo que ya no funciona. Pero así inició el partido ante una escuadra dirigida por un técnico lleno de aspavientos y que siempre comunica con la grada.
El cambio de actitud fue notorio de principio a fin. Hubo otro espíritu de equipo. Se le apostó a lo único que queda cuando sólo faltan siete partidos para finalizar el torneo. Metimos el primero, nos empataron y con riñones, el centro delantero, se fabricó su propia jugada y marcó su segundo de la tarde y el tanto de la victoria. Un triunfo que exhibió lo mejor y lo peor del equipo. Un resultado que la afición logró interpretar con inteligencia. Abuchearon a uno de los conflictivos y al término de la partida abandonaron las gradas, tal vez, un poco más tranquilos y sin humillar al buen hombre del banquillo que le ha puesto el alma a un complicado plan de renovación. La paciencia es indispensable.

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