El futbolista que construyó su estadio

Los atardeceres en el Hanappi Stadion están llenos de inspiración. Es un campo a cielo abierto, ubicado al oeste de Viena (Austria). Dicen que los prodigios que se han dado sobre la hierba le han brindado una especie de santidad deportiva. Es ahí en donde juega el SK Rapid Wien, ese legendario equipo multicampeón que se apoderó de la Bundesliga de Alemania cuando los nazis se anexaron Austria. Diecisiete mil quinientas personas tienen cabida en este escenario que se inauguró el 10 de mayo de 1977 y que fue construido por uno de los hijos consentidos del futbol austriaco.

Después de Sindelar y Orcwirk, Gerhard Hanappi es la otra conexión con la inmortalidad. Fue siete veces campeón con el Rapid Wien (Rapid Viena) y llevó a su selección a conquistar el tercer lugar de la Copa del Mundo de 1954. Siempre se desempeñó como un constructor de juego muy versátil. Decían que era un todo terreno.

Hanappi nació el 16 de febrero de 1929, en Viena, y mientras su lugar de origen se transformaba en un puesto fronterizo de los ambiciosos nazis, aprendió el juego de tal manera que se convirtió en un implacable recuperador de balones con una inteligencia creativa para jugar al futbol. Siempre combativo, era un corredor incansable y poseedor de una virtuosa técnica. Sabía anticiparse con elegancia y al momento de marcar, difícilmente le ganaban la disputa. Podía desempeñarse en cualquier parte del campo, pero cuando trabajaba de lateral por izquierda, se convertía en un futbolista clave.
Medía un metro con sesenta y nueve centímetros. Le apodaban “Gschropp”, me imagino que el equivalente a chaparro en alemán (busqué la traducción literal, pero no tuve la fortuna de encontrarla). Inició su carrera deportiva, a los 13 años, con el SK Wacker Wien, un modesto equipo de los suburbios de Viena, y se dio a conocer de inmediato por sus cualidades.

Con la Segunda Guerra Mundial terminada y Austria exorcizada de su alianza con Hitler, la Viena rescatada por los aliados volvió a ser una ciudad con ideas de libertad, pero seguía siendo puesto fronterizo entre los occidentales y los comunistas. Bajo este contexto, Hanappi debutó con el primer equipo en 1947, y mucho más brilló el día en que jugaron un duelo de Copa contra el poderoso Rapid Wien, que era un símbolo vienés de la posguerra. Aquella ocasión, los reclutadores del equipo verdiblanco iniciaron, desesperadamente, la labor de convencimiento para fichar al todo terreno. Buscaban héroes para los nuevos tiempos.

En la selección austriaca debutó el 14 de noviembre de 1948, en un duelo contra Suecia y fue internacional en 92 partidos más. Portó el gafete de capitán durante  mucho tiempo y en la Copa del Mundo de Suiza (1954), perdieron la semifinal contra los alemanes, pero le ganaron a los uruguayos el match por el tercer lugar. También impuso una marca al participar en 55 encuentros de selección consecutivos, en un lapso de seis años. En síntesis, cuando tenía 21 años de edad ya había sido nombrado “El futbolista del año” en su país y el primero en recibir esta distinción que no formaba parte del Rapid Wien.

Por eso, el traspaso del “Gschropp” fue todo un escándalo. Había que ficharlo a como de lugar y sin importar el precio. Franz Binder, directivo de los verdiblancos, negoció con la figura y le convenció para jugar para el Rapid, en 1950. Toda la afición del Wacker les juró una “venganza eterna”, que generó una rivalidad entre ambas escuadras, en los años venideros.

Pero la historia cuenta que con la escuadra de Hütteldorf (Hütteldorf forma parte del 14º Distrito de Viena, llamado Penzing, al oeste de la ciudad), Gerhard Hanappi disputó 333 partidos, anotó 114 goles, ganó siete veces la Busndesliga de Austria, levantó una vez la Copa Austriaca y en un ocasión conquistó la Copa Zentropa, entre 1950 y 1965.

Con el retiro, la vida después del futbol lo llevó a ejercer una carrera universitaria que había conseguido mientras jugó. Si en la cancha fue un constructor del juego, fuera de ella se convirtió en arquitecto y, sin pensarlo si quiera, su máxima obra se convertiría en su propio monumento: el Hanappi Stadion.
Pero la maldición de los genios vieneses también alcanzó a Hanappi. Ha dejado de ser casualidad que en Viena los virtuosos mueren jóvenes. El “Gschropp” murió a los 51 años por un cáncer linfático, un 23 de agosto de 1980. Solo catorce meses después de su partida, el estadio que construyó se llamó como él y desde entonces, ese templo es conocido como San Hanappi.

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