El rey que sembró pasto en el desierto

El Rey Fahd nació en Riad (Arabia Saudita), el 16 de marzo de 1923. Dicen sus biógrafos que en su niñez estuvo bajo el cuidado de su padre, el Rey Abdulaziz, quien si hubiera repartido sus 24 horas del día (sin dormir, claro está) entre todos sus hijos (145 reconocidos), a cada uno le hubieran tocado nueve minutos de convivencia con su progenitor, al que también llamaban “El León de la península árabe” por haber unificado el Reino de Arabia Saudita.

Fahd Bin Abdulaziz Al Saud estudió en el colegio de los príncipes de Riad. En privado y con tutores aprendió que el inglés, la política y la literatura eran fundamentos para su vida monárquica. Aprendió todo lo que le pudo ver al padre, a quien idolatró, y soñó con el trono durante las mil y una noches que pasaron hasta que se convirtió en rey, el 13 de junio de 1982.

Gobernó durante 23 años. El petróleo y la política le convirtieron en un ser sofisticado, a pesar de que tiraba de las riendas de su nación al más puro estilo tribal, medieval y tiránico del que había aprendido de sus predecesores. Le gustaban los modos de occidente. Le entregó el control del petróleo saudí a las trasnacionales estadounidenses. Estrechó vínculos con Europa. Y se apasionó del futbol.

Esta es una lista que podría sintetizar su legado:

-Una calzada que lleva su nombre se pude ver desde el espacio.
- Su clan constaba de ocho mil príncipes y princesas con su respectiva prole.
- Mientras gobernó, el cincuenta por ciento de los jóvenes de su país no tenía trabajo y él tenía una nómina de 100 millones de dólares para pagarle a sus vasallos.
- Cuando tomaba vacaciones, muchas veces en Marbella, viajaba acompañado de tres mil personas y trasladaba 200 Mercedes Benz, a bordo de un jet privado y tres aviones jumbo. Los ostentosos turistas árabes gastaban seis millones de euros al día.
- Su país era el único sobre la Tierra en donde seguían utilizando la guillotina o mataban a pedradas a los condenados a muerte.
- Sus súbditos, de los cuales sólo cuatro de cada diez saben leer y escribir, no podían ir al cine, ni al teatro, ni escuchar música y quien se atreviera a hacerlo podría ser flagelado en plena calle.
- Amasó una fortuna personal de 220 mil millones de dólares.

Eso sí, él se consideraba el custodio de las dos más grandes mezquitas del mundo árabe (La Meca y Medina), así como de las tradiciones y valores de un pueblo condenado al hastío en sus “tiempos de ocio”. Ante la falta de cines, teatros y la prohibición de la música, el rey “se fabricó su mundial de bolsillo”, como diría Don Eduardo Galeano. En 1992 convocó al futbol más granado del mundo para disputar una copa en su honor, en un estadio que rompió las barreras de la ostentosidad en medio del desierto. Es un escenario con acabados en oro y mármol, hasta ahí la descripción. En ese lugar, las mejores selecciones nacionales de cada confederación de futbol acudieron en busca de la recompensa del rey. Dos millones de dólares para el ganador y un auto de lujo para el máximo goleador del torneo. Argentina ganó la primera edición al enfrentar a Arabia Saudita en la final. Gabriel Batistuta y Bruce Murray regresaron a sus hogares con sendos autos cero kilómetros, al haber anotado un par de tantos cada uno. Dinamarca y Brasil fueron los otros dos campeones. Y México quedaría en tercer lugar en la edición de 1995. Por cierto, Luis García también fue uno de los goleadores a los que el rey obsequió un vehículo.

Por el futbol, el Ray Fahd quebrantó su implacable manera de salvaguardar las costumbres de su pueblo e indultó a uno de sus plebeyos que había violado el Ramadán al estar bebiendo alcohol en tiempos sagrados. Saeed Al-Owairan había anotado el gol más bello de la Copa del Mundo de 1994 y por este hecho quedaría fuera del mundial de Francia pero el monarca antepuso su pasión, a las estrictas normas de comportamiento de su reino, y perdonó al vasallo para que su selección jugara con decoro en la justa internacional de la FIFA.

En 1997, el Rey estaba enfermo y delegó su poder. Fue cuando la FIFA le sacó del bolsillo su mundial y nos lo trajo a México. Ese fue el origen de la Copa Confederaciones, la que se ganó en el Azteca, un 4 de agosto de 1999.

El Rey Fahd murió el 1 de agosto de 2005 y es en su país en donde algunos grandes elefantes del futbol van a terminar sus trayectorias. Jugando para los cortesanos y cobrando los abundantes dólares que florecen de las plantas petroleras del reino.

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