El Autogol

Dedos deformes, poderosos pero mullidos. Manos enormes castigadas por la vertiginosa rotación y traslación de la esfera de cuero. Un error superlativo que dejó de serlo por respeto a la persona. Un gol anotado con la mano pero sin la asistencia de Dios y la trampa del mezquino. “No me pregunten” dijo el titán que antes de comentar quiso ver la repetición de la jugada que le arrebató los puntos de la victoria. Y cuando se cerró la puerta del vestuario, dicen, todos sufrieron un ataque de carcajadas por lo inverosímil del acontecimiento. Luego entró el sabio entrenador y muy mordaz volvió a mirar las manos del gigante que parecían calamares por la deformidad de sus dedos. “Fue por eso que no pudo controlar el balón”, dijo. Un balón blanco, de corte francés, con estrellas negras adornando los gajos redondos. En eso, un jovencito salió a defender a su portero. Su bigotillo se movía tembloroso mientras aseguraba que el balón iba para él, cuando de repente quedó marcado por el delantero de los otros. El poderoso brazo del cancerbero se amarró en seco y revirtió la dirección de la bola, para, culminar en ese autogol anotado con su propia mano. Lo cierto es que en cuanto tomaba la pelota en sus manos se convertía en el primer atacante del equipo. A mí tampoco me pregunten, que sigo viendo la repetición de aquel 23 de mayo de 1976.

El Sheriff que regaló su Ferrari

Hijo de un héroe de antaño, nacido rojiblanco, símbolo chiva, el Sheriff es una leyenda maltrecha. Fernando Quirarte Gutíerrez nació el 17 de mayo de 1956, en Guadalajara, Jalisco. Es hijo de Fausto Quirarte, jugador activo en los años treinta. Don Fausto fue portero y su hijo, siempre maravillado con el uniforme negro de su papá, le prometió: “Algún día seré como tú”. Fernando creció dentro de la institución partiendo desde las fuerzas básicas pero prefirió defender el arco con los pies, en la zaga. Debutó en la temporada 1976-77 y fue campeón con el Rebaño en la temporada 1986-87.
Era un sublime defensa central. Se caracterizaba por su excelente juego aéreo y muy eficaz en la marcación mano a mano, además de un liderazgo sobresaliente en el campo. Estuvo presente en las grandes broncas contra el América. Nunca le corrió al destino, él era el capitán. 

Fue seleccionado mexicano en 45 ocasiones y anotó cinco goles, dos de estos en la copa mundial México 1986. Aquel 11 de junio, contra Bélgica marcó el primero, el segundo sería contra Irak, Fernando lo celebró llorando, corriendo y con las manos al cielo. Cubriendo con las manos su rostro totalmente expresivo. Su padre, Don Fausto, tenía días de haber fallecido y en su honor compartió su homenaje con el mundo. “Mi padre fue quien impulsó mi carrera. Si escogí ser futbolista mucho se lo debo a él, y claro, también a mis hermanos. A todos nos fascinaba el futbol y mi papá era quien más feliz estaba con esto. El grupo de jugadores, me apoyó como nadie, éramos una gran familia y esto nos unió un poco más. Sabía que mi ángel me había puesto ahí, en ese lugar y en ese momento indicado. Lloré de alegría, de melancolía, es algo inolvidable”, recuerda siempre el Sheriff.

Por aquellos años, Emilio Pérez de Rozas, enviado del diario español El País a la copa del mundo, entrevistó a la madre del Sheriff, Doña Luz Gutiérrez, quien compartió una excelente anécdota: "Cuando vi que el que había conseguido ese gol era mi hijo, quise morirme. Siempre le ha gustado subir a rematar, y por eso le regaño muy a menudo, diciéndole: 'Hijo, no subas tanto, no dejes allá solo a tu portero, porque luego vienen las descolgadas y te anotan un gol'. Pero a él le apasiona subir a rematar de cabeza, e insiste".

La muerte no sólo se había llevado a su padre para ese entonces. Uno de sus hermanos murió fulminado por un infarto mientras disputaba un partido llanero. En total son tres hermanos y una hermana los que se le han adelantado y forman una legión de ángeles, como él los llama, que lo cuidan todo el tiempo. Por eso Fernando sabe esperar.

Se retiró con los Leones Negros de la Universidad de Guadalajara e inició su etapa como entrenador. Hizo campeón al Santos en el Verano 2001, después aceptó dirigir a los rojinegros del Atlas. También estuvo con Jaguares y cumplió su eterno sueño de dirigir al Rebaño en donde no le fue bien. Fernando lloró de importencia en plena conferencia de prensa cuando disputó su primer partido en el banquillo de los tapatíos. Poco tiempo después Jorge Vergara lo crucificó en público: “a Quirarte le entregamos un Ferrari y nos regresó un Volkswagen”, dijo el magnate cuando le aceptó la renuncia. Desde entonces, 2012, no ha vuelto a tomar las riendas de ningún equipo, nunca es fácil repornerse cuando eres devorado por tus propios sueños.